All About Jazz-Live at the Undead Jazz Festival

Paradoxical Frog The trio between saxophonist Ingrid Laubrock, pianist Kris Davis and drummer Tyshawn Sorey was one of those very rare bands that can make you re-evaluate what music is and where it can go. Paradoxical Frog was both tamed and feral, both thoroughly composed and improvised, both microscopic and larger than life. The trio started off with one note, shared between Davis, Laubrock and Sorey on melodica, moving slowly and deliberately stirring up occasional intrigue with secondary notes. The trio moved into melodic territory in sympathetic vibration, Laubrock’s vocal sputters and little cells of melodies reacting with Davis’s low register and Sorey’s reverberating cymbal tones. The beginning part of the set was a commentary on space and sound; everything from the upper register of Davis’s piano, the whispers of Laubrock’s tenor and the startling melodic nature of Sorey’s cymbal creaks echoed and swirled in tandem. When it finally made it’s way to more aggressive territory, it was a whole different story. Laubrock’s warlike screeches soared above Davis’s thunderous plunks while Sorey exploded with lightning fast toms and rim-tapping paradiddles in an obscured meter. The band’s frighteningly original sound concept was nearly impossible to pin down, but most likely came from the diverse approaches the band holds and given the democratic nature of the trio, all the combined influences are shared by each trio member. The group’s sense of classical invention most likely came through the classically trained Davis. She encompassed each new section with the parental support of her low notes and left-right hand volleys, however Laubrock also played many laconic and searching melodies. Laubrock most likely engendered the presence of free and aggressive avant-garde jazz, but all members of the trio indulged Davis’s kinetic, spidery lines and Sorey’s rumbles, contributing to the forward charge. Sorey, in all probability, contributed more than a few attributes to the trio, such as a meditative story-like minimalism, indeterminacy and rhythmic ambiguity. Sorey’s enthusiasm for the works of thinkers like John Cage seemed to bring about the band’s quiet, natural atmosphere, tossing cymbals and sticks and letting them fall where they may. His rhythmic concept was his way of creating melodies on a secondary plane of existence, each implied meter or rhythmic mode a melody in and of itself. However, no amount of analysis can perfectly summate the mystery and wonder the trio was able to accomplish. When Laubrock used her mouthpiece to gurgle into a cup of water, it seemed amusing at first, until the compositional atmosphere took hold with Sorey accompanying the sounds using wood flute and blowing through a cymbal hole, captivating the audience with sonic capability. There’s no amount of listening that could have determined just how the band inserted grooving, complex modern jazz within the context of quiet pensiveness. There’s no way of truly knowing how Davis sews together the trio’s compositions with a patient composure or how Laubrock mediates melodicism and wolf-like aggression or how Sorey restlessly invents new colors. In the end, the band’s name is appropriate, a quandary that endlessly fascinates.

Daniel Lehner

PARADOXICAL FROG best of 2010 list

These are the publications that included Pardoxical frog in their best of 2010 lists.

New York Times, Nation Public Radio, Business Week, Signal to Noise, Jazz Thing, Village Voice, All About Jazz and the Jazz Journalists Association.

NY times best of 2010- Paradoxical Frog

So much possibility rumbles from this improvised collective-with Ms. Davis on piano, Ms. Laubrock on tenor saxophone, Mr. Sorey on drums, and all three contribute tunes-that you don’t have time to fixate on it’s free-jazz pedigree, or wonder who’s running the show.

Nate Chinen

Village Voice

During the last two months, I’ve seen each of these expert soundscapists breed the kind of outcast poetics that electrifies a room. The chemistry of filtering forceful dissonance, negative space, expressionist blare, keen abstraction, and random skronkery through a three-way prism is chancy indeed, but on 2010’s Paradoxical Frog, pianist Davis, drummer Sorey, and saxophonist Laubrock have a firm grip on roiling exposition. And yes, they hop all over the place. From the whams to the whispers, it’s pretty damn captivating.

Jim Macnie

Elintruso-spanish

Paradoxical Frog es un proyecto que reúne a tres de las personalidades artísticas más poderosas y con mayor proyección que han emergido de la nueva escena del avant-jazz y la música creativa en los últimos años.

La pianista canadiense Kris Davis, el baterista estadounidense Tyshawn Sorey y la saxofonista alemana Ingrid Laubrock no sólo se asoman al firmamento musical del siglo XXI como auténticos popes de sus respectivos instrumentos sino que también han logrado distinguirse entre sus pares por la originalidad y el fuerte temperamento compositivo que cada uno de ellos ha sabido enunciar en sus noveles pero fructíferas trayectorias individuales. Al igual que la mayoría de los representantes de la nueva generación del jazz de vanguardia, en el imaginario creativo de estos tres músicos (hoy radicados en New York) conviven múltiples proyectos simultáneos.

Kris Davis, en lo que va del corriente año, además de ser uno de los vértices de Paradoxical Frog ha presentado su nuevo trío junto a Tom Rainey y John Hebert en el álbum Good Citizen, integró con Stephen Gaucci y Michael Bisio el SKM Trio, participó del álbum debut de la Ingrid Laubrock’s Anti-House, ha colaborado en las bandas de las vocalistas Sara Serpa y Andrea Wolper, formó parte del sexteto que acompañó al baterista Jeff Davis en el álbum We Sleep Outside y contribuyó junto a Bill Frisell y Vinnie Colaiuta en la nueva producción discográfica del bajista Kermit Driscoll. Todo esto sin dejar de mencionar sus intervenciones en años anteriores en el RIDD Quartet y la Jon Irabagon’s Outright! y su concurrencia en giras junto a la John Hollenbeck’s Large Ensemble, Steve Swell, Ingrid Jensen, Theo Bleckmann, Chris Speed, etc.

La actualidad de la saxofonista Ingrid Laubrock no resulta menos subyugante. En estos días acaba de presentar en sociedad, a través del sello Intakt, su proyecto más reciente: Ingrid Laubrock’s Anti-House(Mary Halvorson en guitarra, John Hebert en contrabajo, Tom Rainey en batería y Kris Davis como pianista invitada). Ha mantenido una persistente sociedad musical con el pianista Liam Noble, materializada tanto en el dúo que los congrega como en las participaciones de este último en los álbumes Sleepthief y Nein. Laubrock también es cofundadora, junto a la vocalista brasileña Mónica Vasconcelos, del ensamble Nois4 y ha desarrollado una prolífica actividad como sesionista que incluye cooperaciones en la Django Bates’ Human Chain, el Jazz Jamaica Allstars, Siouxie and the Banshees, laGrand Union Orchestra, la compañía de danza de Frauke Requardt y el Seb Rochford’s Polar Bear.

Por su parte el baterista y multi-instrumentista Tyshawn Sorey, a través de su participación en el tríoFieldwork (en donde comparte créditos con Vijay Iyer y Steve Lehman) y con apenas dos álbumes como líder (los elogiados That/Not de 2007 y Koan de 2009) ha logrado erigirse como uno de los compositores más inquietantes y personales del nuevo milenio. En tanto que sus ampliamente reconocidas cualidades como baterista se manifiestan en la actualidad en diversos proyectos colectivos, tales como Steve Coleman’s Five Elements, Pete Robbins’ siLENT Z, el Steve Lehman Octet, el Samuel Blaser Quartet y elPascal Niggenkemper Trio y le han permitido colaborar en el pasado reciente con Butch Morris, Wadada Leo Smith, Dave Douglas, Peter Evans, Muhal Richard Abrams, Ellery Eskelin, Michele Rosewoman y siguen las firmas.

Lo cierto es que Kris Davis, Ingrid Laubrock y Tyshawn Sorey, al reunirse en Paradoxical Frog, transformaron lo que pudo significar una batalla de egos o la disolución de sus respectivas personalidades en una experiencia estética nacida en la integración de la diversidad, reemplazando así el egoísmo de la individualidad por un proceso muy próximo al concepto que Carl Jung definiera como “individuación” en donde la autorrealización personal en enlace con los arquetipos del inconsciente colectivo, se manifiesta como imagen psicológica de lo divino o “imago Dei”.

La forma elegida por el trío para consagrar su potencial individual en el ámbito de lo colectivo, hace que el proyecto evolucione de manera extraña e inhabitual pero sin alterar la naturaleza de sus componentes. Esas infrecuentes cualidades parecen tener correlato en el título del álbum, ya queParadoxical Frog refiere a la Pseudis Paradoxa (o Rana Patito para los amigos), anfibio anuro que a diferencia de la mayoría de las especies va reduciendo su tamaño a medida que va evolucionando hacia la adultez. De hecho los renacuajos de esa especie llegan a medir hasta 25 cm. de longitud mientras que la “rana paradójica”, en su etapa adulta, puede alcanzar como máximo unos 7 cm.

En el afán por conocer algo más sobre las causas de esta sorprendente transformación, consulté al famoso biólogo, zoólogo y cosmetólogo Mario Crisólogo quien, para mi sorpresa, afirmó que la pseudis paradoxa no era la única especie que se encogía con los años. En tal sentido se utilizó a sí mismo como ejemplo y afirmó: “Cuando tenía 20 años era un joven esbelto y atlético, hoy ya no soy ninguna de las tres cosas y encima mido cuatro centímetros menos. Según mis cálculos a los 60 años, aun permaneciendo de pie, estaré hablándole cara a cara a mi perro pekinés.”

Lo concreto es que las formas en que se manifiestan las aspiraciones del trío en el álbum Paradoxical Frog no sólo se asemejan a los parámetros evolutivos de la pseudis paradoxa sino que también guardan relación con los principios filosóficos del Tao. En El Libro de las Transformaciones se expone que los cambios no son una casualidad sino que obedecen a lo que Lao-Tse denomina “la triple transformación”,integrada por un cambio cíclico (en donde los cambios luego de producidos regresan a su estado inicial), una transformación de evolución constante (en la cual un estado conduce a otro pero no se regresa al estado primario) y un tercer ciclo en el que se accede al conocimiento de las normas que conducen al hombre a su verdadera transformación. No podemos afirmar que este álbum derive en la autentica transformación de Kris Davis, Ingrid Laubrock y Tyshawn Sorey, pero es muy probable que tras esta experiencia retornen a sus respectivas carreras solistas (una forma de regreso al estado inicial enunciado en el primer ciclo de El Libro de las Transformaciones) pero que lo hagan con los cambios que genera el conocimiento adquirido; es decir, de acuerdo al segundo ciclo del Tao en donde la “evolución constante” hace imposible el regreso al estado primario.

La breve y frenética Iron Spider, una de las tres composiciones que aporta Kris Davis en este proyecto, nos sumerge en los rituales catárticos de la libre improvisación. Un fresco abrasivo y desenfrenado que se nutre de un lenguaje pianístico que parece asociar el cambio de los centros tonales y el cromatismo extremo de Richard Wagner con angulares fracturas heredadas de Cecil Taylor, los impiadosos patrones rítmicos ajenos a todo cliché que aporta la batería de Tyshawn Sorey y el impactante bagaje tímbrico que emerge del saxo de Ingrid Laubrock. Justamente a esta última pertenece la pieza que da título al álbum, la enigmática y sugestiva Paradoxical Frog.

La solidez estructural de esta composición permite que su curso armónico evolucione con naturalidad desde un pasaje germinal de poético lirismo hasta alcanzar su clímax dinámico con un torbellino instrumental en donde sobresalen el poderoso fraseo del piano de Kris Davis y un solo de batería a cargo de Tyshawn Sorey, pleno de matices y sutiles acentos. En los catorce minutos de duración deSlow Burn se divisan los contornos estéticos e intereses filosóficos que suelen animar las composiciones de Tyshawn Sorey: la austeridad del minimalismo, el reflexivo carácter anclado en los principios del Zen y la recurrencia a transitar una impronta estilística asociada a la música de Morton Feldman. Todo enaltecido por el económico aporte de la batería de Sorey, el amplio dominio de técnicas extendidas evidenciado por Kris Davis y la holgura idiomática que brota del saxo de Ingrid Laubrock. La animosaCanines (otro de los temas de Laubrock) recurre a delicados motivos luego interceptados por perturbadores fraseos en piano y finalmente rematados por una sorprendente coda próxima al avant-rock. A continuación Tyshawn Sorey, con su pieza Homograph, nos invita a atravesar el umbral de un intrigante territorio sonoro que parece tener fronteras con el principio de las “células musicales de evolución lenta” esbozado por Morton Feldman y los conceptos de “silencio total” que enunciara oportunamente John Cage. Luego, en abierto contraste climático, llegan la sinuosa dinámica vanguardista de Ghost Machine de Ingrid Laubrock y la deliberadamente difusa y austera On the Sixde Tyshawn Sorey. El cierre, con Feldman de Kris Davis, oficia como una síntesis estética del trío en cuyo punto de intersección afloran las melodías fragmentadas, la importancia asignada a los silencios, la disonancia y la ausencia de clímax.

El eje conceptual de Parodoxical Frog, desde su título hasta su contenido, gira en torno a la importancia de las transformaciones. Y nada más transformador que la música.

Sergio Piccirilli

Jazz Times Review

While the commanding drummer Tyshawn Sorey has been known for his mathematical and muscular intensity in settings with Steve Coleman, Fieldwork, Steve Lehman and other groups, he also boasts a fascinating free sensibility, as heard on this intriguing trio date. Lines and musical sympathies converge beautifully in this group, between the flexible German-born saxophonist Ingrid Laubrock, Canadian-born pianist Kris Davis and Sorey, who provides the musical glue and summons proper degrees of abandon, restraint and ensemble-minded structural articulation.

With Laubrock’s gentle-to-feverish title cut up front (its name referring to the actual, incredible “shrinking frog”), the trio nicely sets the stage for what’s to come. In the longest track on the album, Sorey’s 14-minute “Slow Burn,” Laubrock and Sorey weave in and out of dynamic levels over the hypnotic, elongated gridlike pattern of Davis’ left-hand bassline. “Ghost Machine” has a nattering cadence, nervous yet hip, and “On the Six” blends Laubrock’s angular long-toned ruminations, Sorey’s rumbling mallet work and Davis’ cluster-chord punctuations.

The final piece, a tribute to Morton Feldman simply titled “Feldman,” has some of the cool, pregnant airiness of that acclaimed experimentalist’s music, with melodic lines meandering and setting up false resolutions on the path to further adventures. Sorey’s empathic trio presents a colorful and convincing example of post-free jazz, mixing intricate rhythmic notions, introspective musings and moments of cathartic release. More, please.

Josef Woodard – jazztimes.com